
Muchas veces sigo siendo una niña.
Tengo principalmente huesos, carne, y sangre.
Unos cuantos sueños, metas y deseos que quiero cumplir.
Los necesito para vivir, tal como mis huesos.
Soy niña.
Muchas veces me cuesta tanto verme como adulta.
No quiero estar en un mundo donde los números importan más que los sentimientos, en donde la dirección que se elige es por la cantidad de dinero que tenemos para ir.
No quiero estar entre personas que se preocupan de lo urgente, dejando lo importante de lado.
Y cada día, veo que tengo menos amigos y más conocidos en este mundo que gira tan velozmente, en donde cada vez hay menos tiempo para cultivar relaciones.
En este mundo que habito, tantas veces duro y hostil, las sonrisas dejaron de ser gratis, llorar ahora es una debilidad, y pedir ayuda, una incompetencia.
Donde está aquello que nos hizo grande cuando pequeños?
Caer, llorar, pedir ayuda, sonreír, disfrutar de los detalles, recuperar la capacidad de asombrarme.
Dónde quedaron los sueños infantiles? Dónde quedaron las ganas de cambiar el mundo entre todos?
Cambiar el mundo siendo solamente uno, es difícil, duro y arriesgado. Parece que los demás esperan que muevas una piedra, para criticar y ver si pueden volver a ponerla donde mismo.
Dónde quedaron las ganas de romper los esquemas, arriesgarse por algo, maravillarse con los resultados y de trabajar en equipo?
Yo por lo menos, tengo todo eso bien amarradito a mis zapatos, para cada vez que salgo, llevarlo conmigo.
Y ver si de alguna u otra forma, puedo recordarle a los adultos, que también fueron niños, que creían en caer para aprender del camino, pedir ayuda cuando es necesaria, y por sobretodo, que creían en arriesgarse.
A ver si alguno de ellos, se atreve a hacerlo.
De nuevo.