Posteado por Libelula a las 4:04 p. m.
Mientras la oscuridad inunda todo lo que conozco mientras espero que Morfeo venga a mí, me pregunto que hay debajo de mi piel.
Sé con certeza que hay un corazón parchado, a veces maltrecho por tantas promesas sin cumplir.
Sé que hay unas cuantas heridas que ya han cicatrizado, otras que están en ese proceso, pero más que eso, hay tanta piel libre de herida.
Debajo de mi piel todavía existe el calor que pedí prestado cuando abracé a alguien que quiero, y ese calor se queda ahí, hasta que otro abrazo de esa misma persona lo reemplace. Y hay otros que nunca se reemplazan y se desvanecen como la neblina en una mañana de calor.
Debajo de mi piel, hay sueños y promesas que cumplir, otras rotas que están a la espera de ser arregladas con muchas,pero muchas ganas y pegamento.
Debajo de mi piel, están las ganas de 100 pequeñas yo por hacer algo que cambie el mundo, o por lo menos, lo que yo conozco como mundo.
Debajo de mi piel, están las palabras que no alcancé a decir, los sentimientos que intenté dominar y se volvieron mansas y domésticos, y las ganas de gritar cuando tuve que callar.
Debajo de mi piel, hay tanto, y a veces hay nada.
Hay recuerdos dulces, y hay momentos agradables.
Hay momentos que siempre me gustaría rescatar y volver a vivir.
Hay sorpresas que nunca me ví venir, atesoradas como la piedra más brillante y preciosa de este planeta, como cuando conocí a uno de mis mejores amigos, aquel que no habla, pero tampoco necesita hacerlo... Que se alegra cada vez que me ve, que me regala la nobleza de su cariño sin pedir algo a cambio.
Debajo de mi piel, hay tanto y hay nada.
Hay tanto por atesorar, y nada, pero nada que desechar.