Muchas veces me siento como un pecesito en un acuario.
A veces demasiada estrecha entre cuatro paredes, a veces deseando poder disfrutar de "mí" aire sin compartirlo. Disfrutando del silencio que muchas veces es opacado por mi mente.
Como sucede en la realidad, un pez de mar no es el mismo que vive en un acuario.
El pez cambia.
El brillo de sus ojos desaparece, sus aletas muchas veces se doblan, aprenden a escapar del vidrio cada vez que un niño se acerca para golpear el acuario con sus dedos, sabiendo que de esta manera nada logra. Aprende a darse cuenta que los humanos manipulan el día y la noche a su antojo. Aprenden incluso que su comida ya nunca será la misma, ni sus amistades, ni su hogar, ni su ambiente.
Sabe que habrán cambios, pero por su vida, está dispuesto a tomarlos.
Es tener las agallas para gritarlo
¿Cómo comprenden que no hay nada en sus
Creo que muchas veces la resignación es peor que perder.
Eso de resignarse a que nada cambiará, que "es lo que hay", no me parece.
La verdad puede ser maravillosa o dolorosa, todo depende del punto en el cual nos encontremos. Nos puede encadenar o liberar. Todo depende.
Es conveniente explicarle al pez su nueva situación? O hay que esperar que lo note con el paso de los días?
Un acuario es muy pequeño para un pez de mar.
Y el mar es inmenso para quien no quiere compartirlo.