Dicen que la primavera es el renacimiento del tan poco amado invierno.
Convierte sus plumas en alas y sale a volar con la suave y cálida brisa.
Es el momento que tiene para -no dejar de ser- sino convertirse.
Yo creo que las personas pasamos por algo parecido a las estaciones.
Al comienzo de nuestra vida, florecemos como la más bella de las primaveras, prometiendo esplendor, calidez y esperanza. Luego, cumplimos aquello en nuestros primeros años.
Al comienzo somos un pequeño invierno.
En otoño, somos unas ramitas frágiles, llenas de vida, pero ocultas. Luego viene la vida como tal, florecemos como la más bella de las primaveras, prometiendo esplendor, calidez y esperanza. Luego, el verano. Hacemos nuestra vida cálida, llena de sonrisas y paseos, completamente espontánea y sin atarnos mucho.. somos una brisa juguetona de verano que viaja -por lo menos mentalmente- completamente libres. Y luego, depende de nosotros ser invierno.
Podemos cuidarnos en una pequeña cueva, cual osos, y dejar que el tiempo pase. Que el "mal" tiempo pase. Pero esquivar las dificultades, no nos hace mejor. Nos hace evitarlas.
Es distinto si salimos, y le hacemos frente al frio, y la escases de frutos.
Y luego, está en nosotros repetir la primavera.
Está en nosotros salir al calor, y alegrarnos con el florecimiento de nuevos frutos, el comienzo de una nueva vida.
Y quien ha pasado por un invierno duro, sabe lo bien que se siente el sol que alumbra en primavera.
Puede cerrar los ojos, y disfrutar del canto de las aves que tanto tiempo callaron.
Y ahora, esto es eterno.
La primavera es eterna, para quien tenga las ganas de vivirla.