Conoce cascarones, imágenes y reflejos, y pocas veces conoce lo que va adentro.
Pero cuando una de esas pocas veces llega, uno -sin notarlo- va conociendo distintas fracciones de sentimientos, pensamientos y silencios.
Y con esos silencios, uno va hablando consigo mismo, viendo que tiene el otro que me gusta a mí, intentando descubrir porqué pasamos tanto tiempo juntos, y cómo actuarían esas personas en otros momentos y en mis zapatos.
Descubrimos fracciones de personas, nada más que fracciones.
Y no hay más que eso.
Y no es conformarse con poco, sino que es conformarse con mucho.

Por que en esos casos, poco es mucho.
Es más de lo que otros logran.
Creo a veces que ni a sí mismo uno se logra descubrir entero.
Pero es gratificante cuando personas que han pasado gran tiempo con nosotros saben describirnos, y nos sorprenden con detalles maravillosos que hacemos, pero no habíamos notado.
Y es aún más gratificante cuando podemos sorprender a esas personas que han cambiado y acompañado nuestra vida, regalandoles un abrazo que creyeron no necesitar, un pañuelo para secar sus lágrimas cuando no notaron que tenían una pena, y una mano para cuando no se dieron cuenta que habían caído.
En esos momentos (y en otros más), me doy cuenta de lo grandiosa que es la vida.
Grandiosa por darme amigos, por darme conocidos, y por darme menos que conocidos.
Por que puedo hacer la diferencia entre estos, y por que puedo reflejar en mí cosas que ellos necesitan ver.
Por que soy la que les indica con un susurro sus errores para que los corrijamos juntos, pero también soy aquella que grita sus virtudes cada vez que tengo la oportunidad.
Por que soy aquella que piensa día y noche qué será de ellos que están lejos, y porque siempre quiero ser la primera en estar ahí cuando no me lo pidan.
Simplemente, por que no es necesario que lo hagan.
Porque hace tiempo, algunas palabras ya no son necesarias.
Porque desde hace tiempo, sobran palabras y faltan abrazos.
Y a ellos les falta tiempo.
Y a mí, tiempo con ellos.
Hay tan pocos amigos, y tantos conocidos en esta vida, que aquello del tiempo debiese ser lo último en importar.
A mí por lo menos, el único tiempo que me importa, es aquel que paso con ellos.
Y con la gente que no es como una vasija vacía, sino que está llena de cosas para entregar, y está dispuesta a ello.