Posteado por Libelula a las 8:59 p. m.

Suelo ser una caminante sin rumbo, fijandome en aquellas cosas que otros ignoran. Muchas veces caminando entre gente que conozco sin reconocerla. Pero por cada paso que doy, siempre me fijo en algo.
En todas las cuadras -o en casi todas- siempre hay un detalle invariable. Un perro.
Un perro quiltro -mestizo si se le quiere llamar- entre negro y café, con unas cuantas pulgas y algo de hambre.
Hace años, que se han convertido en mis acompañantes mientras camino. Basta con que sus dulces ojos se posen en los mios, y está todo dicho, caminaremos juntos.
Un tiempo atrás, en mi mochila día y noche había una bolsita con alimento. Es que uno no puede saber cuando se encontrará un amigo peludo con cuatro patas.
Ahora esa costumbre la cambie por pesados libros que me ayudan a conocer más de lo que desconozco.
Pero aún así, no falta el quiosquito donde comprar un pan o alguna galleta.
Aún así, hoy me sorprendió la "bondad" de algunas personas.
Hoy, al llegar a la Universidad donde estudio, vi unas orejitas... me acerqué y ví algo más... Una perra con cinco cachorros recién nacidos. Y la gente pasaba como si nada, nadie la vió hasta más tarde cuando alguién lo comentó.
Por un lado, sentí satisfacción cuando ví que le dieron comida y cosas, pero por otro, sentí algo así entre rabia y pena. Rabia y pena, por que algunas personas se visten de "solidarias" y bondadosas por pocas horas al año. En el caso de los discapacitados, solamente para la Teletón. En el caso de los perros, solamente cuando los demás lo hacen.
A las mismas personas que antes he visto corretear a los perros que se sientan cerca de la U, son los que ahora se vistieron de bondadosos y se preocuparon. Ok, aplaudo la buena idea.. pero y el resto de los días qué?
Es el mismo ejemplo de la Teletón. Por 27 horas al año, somos un país solidario y comprometido con los discapacitados. Y el resto del año, ocupan lugares reservados para estos, hacen como que no ven la pintura de la cruz de malta en los estacionamientos, instituciones como la Universidad (que por una de esas razones, no es "mí" universidad, como otros dicen) no tienen acceso para discapacitados.. y un largo etcétera.
Lo mismo pasa con los perros. Por unas horas de "bondad", no nos hacemos buenos.
Y lo que define a cada persona, sin duda alguna, es la continuidad de sus actos.
Ser solidario, entonces, no debería ser 27 horas al año (en el caso de los discapacitados), ni tampoco limitarse a alimentar a un perro que lo necesita solamente cuando tiene cachorros.
Y la diferencia entre los humanos y estos últimos, es que los tan cariñosos perros, no pueden hablar, y por lo tanto, no tienen como decir que necesitan ayuda... No tiene como decir que tienen hambre, pero aún así, tienen como agradecer.